neurologia

INTEGRIDAD

05 Feb 2024

Nuestra visión perfeccionista, de detallismo o en suma de una autosobreexigencia, no permite que nos relajemos o nos desvinculemos de nuestros afanes. Esto, en nuestro cuerpo es capaz de producir un estado de alza de la adrenalina, favoreciendo con ello síntomas de aceleramiento del corazón, sudoración fría, palpitaciones y aumento de la presión arterial. Por lo demás usted sabe que muchas veces el resultado de la gran carrera es de vacío y de baja autoestima. Muchos cuadros conocidos se asocian a estos síntomas: los trastornos de angustia, los trastornos de pánico, las depresiones crónicas, los trastornos de adaptación, la migraña o jaqueca, las fobias, los trastornos obsesivo compulsivos, etc. Incluso algunas enfermedades crónicas menos frecuentes. Nuestra actitud en esta búsqueda de perfeccionismo, es de un afán de control, especialmente cuando se acentúa la exigencia personal. Sin embargo se visualiza una conducta que se aprecia como de servicio desinteresado. Pero como hay un fondo de control esto puede ser exagerado: podemos caer en un sentido de búsqueda del reconocimiento y de los afectos de los demás, o, por otro lado, tener un ánimo de cubrir al resto porque percibimos a la gente como menos capaces que nosotros. Cuando la empresa en la cual trabajamos no reconoce nuestra condición de súper trabajador, uno siente una tremenda frustración; de hecho, después de nuestro despido, y después de nuestra muerte las empresas siguen su curso: estrictamente nadie es realmente indispensable. La expresión muy usada de que “mi trabajo es muy exigente”, generalmente está asociado a la propia autoexigencia: “Nadie lo hace como yo”, y cuando se ve disposición, se sobrecarga la responsabilidad. Esta actitud se mezcla insensiblemente con el orgullo. Este personaje no conoce la palabra no. De hecho hay una sensación de culpabilidad si llegara a pronunciarla.

En el fondo de un corazón así hay un alma de niño, idealista, de cuentos de hada, en que se supone que todo termina bien. Hay una formación, quizá desde niño, de altas expectativas en que “todo se puede si tú quieres”. Los padres de disciplina rígida han formado niños que aprenden normas, con lo cual la vida va a ser mejor, pero no enseñan que el sistema no tiene, en general, los valores que predican. Los padres de disciplina muy blanda dicen a todas las solicitudes: sí, mostrando un mundo falso, ya que la respuesta más frecuente de la vida es: no. Algunas palabras finales podrían asentarse en la tolerancia(casi todo no es a gusto mío), el control personal(evitar la impulsividad) y por último la libertad para actuar, de modo que no hagamos por el ‘qué dirán’, sino espontáneamente. El final de este funcionamiento de vida tiene como resultado verdadera PAZ, REPOSO y verdadera SATISFACCIÓN personal, justamente lo que menos buscamos.

Dr. Jorge Galdames Villagra
Neurólogo Clínico

Nuestro contacto

Dr. Jorge Galdames Villagra, Neurólogo Clínico