Los negocios son parte de nuestra vida diaria, ya que, en cada decisión que tomamos debemos evaluar la relación costo/beneficio. ¿Cuánto daré y cuánto recibiré? ¿En qué puedo invertir?...en el tiempo, en los estudios, en lo laboral, en las inversiones de dinero. Es decir: ¿dónde entrego para recibir más a cambio?
Siempre tenemos la esperanza de recibir más y, sin ir más lejos, los mensajes publicitarios nos hace soñar con mejores recursos, en la obtención del control de nuestra vida y más aun en la obtención de una mayor felicidad. Un niño tiene la innata búsqueda del mejor beneficio posible, y va lentamente recibiendo ofertas de su entorno. A medida que se crece el acceso a mayor información crea nuevas expectativas de ganancia, pero quien haya madurado lo suficiente se habrá dado cuenta que esta permanente mensajería es tan incierta como el viento.
Un niño aprende que puede ganar cosas según algunas pautas de disciplina básica, pautas básicas de acción y reacción, de premio y castigo. Si un niño no es disciplinado no tiene forma de poner en práctica estas leyes de la vida diaria, y no existe motivación para modificar conductas. Estamos entrando en el mundo de los negocios. Tú me das, yo te doy; ¿Cuánto me das? Tanto te doy. Sin embargo, en este oscuro mundo de los negocios se producen matemáticas inesperadas, y desbalances en las ganancias. Seguramente en nuestra vida hemos invertido en tantas cosas de las cuales no hemos obtenido ganancias, así como hemos obtenido ganancias de donde no esperábamos nada.
Muchos pueden pasarse la vida esperando algo mejor (incluido un médico que tuviera un mejor tratamiento). Sin embargo, pienso en algunos países de África que tienen solo dos herramientas para ser felices: la risa y el baile. No hay más terapia. No hay Internet, ni cable, ni teléfono, ni celular, ni radio, ni televisión. Es más: ¡ni siquiera hay agua suficiente! Hoy nos podemos preguntar: ¿Dónde deberá partir mi inversión para tener alguna seguridad de ganancia? Quizá algo que tenga una ganancia en sí misma. Que al menos me alcance para bailar y reír. Y pienso en mi corazón, ese que he dejado tantas veces de lado, incluso por tratar de hacer reír a los demás lo he dejado de lado. ¿Será bueno partir por ahí? Bueno, Dios me ha dicho que debo amar al prójimo como a mí mismo. ¿Cómo lo voy a amar bien, si he dejado de lado este amor a mí mismo?
Ya no busques expectativas tan altas, porque si es por subir, no hay límite. Debemos pensar en amar, y quizá me alcance para amar a muchas personas, pero debo partir por mí.
Invierte en tu corazón. Allí hay ganancia de paz como en ningún otro lugar. Desde este núcleo bien formado se forjan bríos mejor dirigidos para un “dar” en forma libre y auténtica. Sin la cáscara del “qué dirán”, sin la búsqueda de ganancias deshonestas, o de conveniencias personales. Si quieres dar desde un corazón quebrantado, solo transmitirás tu pena. Por otro lado, si tu corazón está previamente íntegro, entonces estás en condiciones para dar libremente, y para dar especialmente alegría.
Dr. Jorge Galdames Villagra
Neurólogo Clínico